25 de febrero de 2010

NO CODICIAR LA CODICIA

El yogi Milarepa creció en un entorno de codicia, una codicia que le generó grandes sufrimientos, debido a la actuación de familiares que deberían de haber sido todo lo contrario a lo esperado por quien se llama hermano, tío, padre o hijo. Hay un poema sánscrito muy hermoso, que nos enseña que lo más valioso de la vida, lo necesario para establecer el dharma en la vida, aquello que se necesita para que nuestra vida sea elevada, requiere del concurso de lo material, pero que lo elevado lo entendemos como lo espiritual. Por eso, el dharma, la vida en armonía y equilibrio, se basa y fundamenta en cuatro grandes pilares y principios, en los que el dharma sin dejar esa gran ley de armonía y equilibrio cósmico que abarca desde lo más inconcebible que existe hasta lo más grande, magnífico y absoluto que se va expresando en cada uno de los detalles de la vida, y si no es así, la vida se ve desposeída del equilibrio y de la armonía. Por tanto, si no hay equilibrio, hay conflicto; y éste es dolor, y sufrimiento propio y para otros. Y es un dolor en karma presente y karma pendiente. Así, dharma se expresa en la propia dharma, de cada cosa que existe en la existencia. Siendo dharma más allá de lo material, se expresa en lo material, en lo intangible, en lo hablado, lo visto y lo sentido de mil formas, y regula desde el tráfico a la circulación sanguínea. Y regula que debes decir buenos días si quieres llevarte bien con tu vecino, o con tus “super-errores” si tienes alguna subordinación en la vida. Hay una lógica en ese dharma que se expresa como el dharma de cada cosa, es decir, la ley inmanente. Este dharma se expresa en la necesidad de que el cuerpo necesita vivir bien. La calidad no es sólo subsistencia, sino en el gozo, porque Dios es dicha, y la verdad será bienaventuranza, y será lógico, que en un sentido positivo de alegría será más fácil de entender la espiritualidad, pues con el vientre vacío no se puede pensar en Dios dijo Ramakrishna. Nos olvidamos que lo que queremos es sentir cosas agradables, pero hay que renunciar, como el que se tiene que detener en el stop por muchas razones que tenga, obligándose a parar, aunque presuponga con su prepotencia que tiene todo controlado, y piense en las malas consecuencias malas.

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