10 de febrero de 2010
PEREGRINAR
Peregrinar, el yatra, es un propósito de crecimiento, un medio para crecer y expandirse. “Yana es vehículo y “tra” es expansión.
Es en sí mismo el objetivo, tanto o más que el beneficio que se obtiene al llegar al lugar.
Al hablar de peregrinación, hablamos de un lugar sagrado. En Dharma se dice que uno peregrina hacia un TIRTHA, aquel lugar donde los hombres han hecho satsangha, una comunidad con lo divino para invocar la verdad, han enseñado sobre la verdad, y esta ha descendido sobre ellos, de ahí satsangha. Y el lugar se convierte en un tirtha, aunque los hombres que convocaron la verdad ya no estén, porque la enseñanza no sólo queda en la memoria de quienes aprenden, sino en la vibración del lugar, es la sattva guna shakti, en forma pura y equilibrada. El lugar invoca de por sí a la trascendencia y elevación, no siendo lo mismo meditar en un tirtha que en otro lugar.
Así, los tirthas han sido legados por los antiguos maestros, y siguen legándose por los modernos maestros que hacen de un lugar corriente, uno sagrado, porque ahí se enseña dharma. Cuanto más tiempo lleva ese lugar impregnándose no sólo de las fuerzas espirituales de los hombres del pasado, sino de los del presente que siguen depositando la vibración espiritual, ese tirtha es cada vez más poderoso.
Es importante al peregrinar que el tiempo atmosférico no sea inconveniente. El cuerpo ha de estar en equilibrio con la naturaleza, por eso en la antigua India, en la época del monzón no era aconsejable el yatra, no es técnicamente buen momento. También en esa época se dice que los dioses están dormidos por la chaturmasya, porque la tradición lunar védica es distinta a la tradición solar occidental. El mejor momento es a partir de septiembre, aceptable de calor pero sin humedad, sin tantas posibilidades de infecciones; dependiendo de qué lugar, enero o febrero son buenos meses en el Norte, marzo maravilloso, abril ya empieza el calor, y después excesivo calor.
¿Internamente cuál es el momento? Cuando hay la necesidad de salir del conflicto interno, del aire viciado, donde se ha de solucionar no solo lo propio, sino que necesita la ayuda externa.
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